Amanezca

Siempre nos hemos agarrado a los clásicos cuando buscamos la esencia del ser humano, de las situaciones, de las emociones.

Se llaman clásicos porque hablan de lo universal, de lo imperecedero. Aquello que sobrevive al tiempo porque nos muestra la esencia. Nos reconforta descubrir que las miserias, las alegrías, los miedos, los amores, los desamores… son los mismos a lo largo de los tiempos. Nos ayuda a conocernos, a comprendernos, sentir que formamos parte de un todo.

Y de pronto, me paro a leer, a observar el mundo que les rodea, que nos rodea y me doy cuenta que no ha cambiado tanto. Y que si en ciertas cosas puede ser positivo mantener la esencia, en otras es necesario evolucionar, dejar obsoletos ciertos comportamientos, ciertas situaciones.

No puede ser que en pleno Siglo XXI a las mujeres nos sigan matando como en el Siglo de Oro. Si bien han perdurado por los siglos de los siglos esos comportamientos, no hemos conseguido aprender que -también desde los clásicos- somos nosotras las que hemos tenido que “coger las armas” (como dice Laurencia en Fuenteovejuna) para defendernos.

Nos han hecho olvidar esa parte de la historia. Y ya está bien. En nuestra mano está cambiar la educación y la cultura y dejar de ver ciertos comportamientos como cotidianos.

La decisión de que la actriz que encarne el personaje tenga más edad de la que le otorgó Lope de Vega tampoco es casual. En una sociedad donde a muy temprana edad se pretende invisibilizar a la mujer pretendo mostrar que más allá de los 20 años seguimos teniendo cuerpo, seguimos siendo deseadas, teniendo inquietudes e ilusiones, y porqué no decirlo, también tenemos miedo.

Porque algunas veces nos gustaría que los clásicos pasaran de moda.

Y aquí estamos, dispuestas a conseguirlo.

LUCÍA ÁLVAREZ